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Nacional

El Plan DN-III o el arte de maquillar desastres con heroicidad institucional

La respuesta estatal ante la emergencia revela un teatro burocrático donde los discursos superan a las soluciones reales para los afectados.

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El Gran Teatro de la Solidaridad Nacional

En un acto de heroicidad burocrática sin precedentes, la Secretaría de la Defensa Nacional ha desplegado su más impresionante arma de relaciones públicas: el Plan DN-III. Esta coreografía de apariencia incluye la activación de refugios temporales, donde más de 250 almas afortunadas han recibido el privilegio de experimentar la hospitalidad estatal en su modalidad más espartana.

La Novena Zona Militar, en un alarde de versatilidad castrense, ha transformado a sus efectivos en repartidores de cobijas y desatascadores de alcantarillas. ¡Qué mejor uso para un ejército que limpiar la inmundicia que el propio sistema ha sido incapaz de prevenir!

Cuando la Naturaleza Expone las Carencias Humanas

Las lluvias, en su insolencia meteorológica, se atrevieron a interrumpir el sagrado calendario escolar y a revelar el estado calamitoso de la infraestructura hidráulica. En el Fraccionamiento Valle Campestre, los vecinos disfrutan del lujo indeseable de tener aguas negras brotando en sus salas, un spa de lodo que nadie solicitó pero que el desarrollo urbano les obsequió.

El dren San Joaquín, en un acto de rebeldía civil, decidió convertirse en un cráter apocalíptico que se tragó un árbol entero. Las autoridades, con su ingenio característico, respondieron con la tecnología de vanguardia: cintas delimitadoras. Porque nada detiene mejor un socavón que un pedazo de plástico naranja.

Mientras, en la sindicatura de Ruiz Cortines, 160 personas agradecen la generosidad del Estado que les ofrece un colchón en el suelo después de que sus hogares se convirtieran en acuarios involuntarios. En Ahome, la lluvia continuó su ofensiva acuática mientras los servicios de emergencia se dedicaban a la limpieza ritual de alcantarillas que debieron estar limpias desde hace años.

Todo este espectáculo de eficiencia reactiva nos recuerda la genialidad de un sistema que espera a que el desastre ocurra para desplegar su teatro de asistencia, mientras ignora olímpicamente el mantenimiento preventivo que podría evitar estas tragicómicas situaciones.

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