El Senado declara la leche materna como el oro líquido del siglo XXI

CIUDAD DE MÉXICO. En un histórico giro copernicano que reconcilia biología y burocracia, el Pleno de la Comisión Permanente descubrió ayer que los recién nacidos prefieren el menú gourmet de sus progenitoras antes que los sucedáneos industriales. Tras 200 años de República, nuestros ilustres legisladores han resuelto por unanimidad (y con cuatro fotos para Instagram) que “la teta es mejor”, según reza el punto de acuerdo de la senadora Olga Sosa, nueva gurú de la gastronomía neonatal.

El documento, redactado con la urgencia de quien acaba de inventar la rueda, exhorta a las secretarías de Salud a promover este “acto revolucionario” llamado lactancia, cuyos beneficios -¡sorpresa!- incluyen desde inmunidad hasta la prevención de diabetes. “Es casi como si la evolución hubiera pensado en esto”, musitó un asesor entre bambalinas mientras revisaba el diccionario médico de 1824.

La perla legislativa revela que solo uno de cada tres bebés recibe este “elixir de los dioses” durante seis meses, cifra que explica por qué el presupuesto para bancos de leche compite con el de reparación de baches. De los 20 templos lácteos del país, el de Ciudad Victoria brilla como faro de esperanza en un mar de fórmulas artificiales, aunque según testigos, su nevera tiene más espacio para selfis que para biberones.

Mientras la OMS celebra que México redescubra el agua tibia, las madres donantes aguardan con escepticismo que esta epifanía gubernamental no termine como el programa de estufas ecológicas: entre discursos emotivos y geles antibacteriales caducados.