Grecia Itzel Quiroz García se presentó por primera vez ante la ciudadanía como presidenta municipal de Uruapan, designada para suceder a su esposo, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, asesinado el pasado 1 de noviembre. Con el sombrero de su esposo en la mano, Quiroz realizó una declaración de profundo calado político: afirmó que quienes ordenaron el crimen no calcularon la fuerza que desatarían y convocó explícitamente a un voto de castigo en las elecciones de 2027 para honrar la memoria de Manzo y hacer valer la voluntad ciudadana.
La escena estuvo marcada por una mezcla de dolor colectivo y una firme determinación. Miles de uruapenses, estimados en más de setenta mil según el ayuntamiento, participaron en una caravana y mitin de apoyo. Vestidos de blanco, recorrieron durante cuatro horas los más de siete kilómetros que separan la Avenida Latinoamericana de la Plaza Morelos, el mismo lugar donde el alcalde fue abatido.
La movilización, convocada por cámaras empresariales, productores de aguacate y comerciantes, fue una muestra contundente de empatía y exigencia social. En el escenario, la emoción se intensificó con el testimonio de Rachel, la abuela de Carlos Manzo, quien se desplaza en silla de ruedas.
Con voz quebrada, recordó sus advertencias sobre los riesgos inherentes al cargo y cómo él insistía en que debía sacar adelante a Uruapan porque era su tierra y adoraba a su gente. Esa determinación, afirmó, fue lo que finalmente le costó la vida. Grecia Quiroz subió a la tarima flanqueada por un robusto dispositivo de seguridad que incluía a sus escoltas, elementos de la Guardia Nacional y del Ejército.
Con la mirada fija en dos retratos de su esposo, declaró que, aunque les quitaron a su líder, les dejaron un héroe por el que lucharían sin descanso. Aseguró que en ese momento, Carlos Manzo estaba simbólicamente a su lado, y que su lucha no quedaría en vano.
La ovación de la multitud, que coreaba “¡No estás sola!”, servía de eco a sus palabras, alternando entre un tono temeroso y otro de firmeza renovada. 
Aseguró que la esperanza para Uruapan, para Michoacán y para México reside en la unión de quienes han sido víctimas de la violencia, la extorsión y el abuso. Narró con crudeza el momento del asesinato, cuando solo pudo recoger del suelo el sombrero de su esposo, un objeto que ahora se ha convertido en un símbolo de resistencia.
“Tendrían que venir y matarnos a todos para que esta lucha deje de caminar en las calles”, afirmó con vehemencia. La alcaldesa abordó sin ambages la delicada cuestión de su seguridad. Solicitó la comprensión y autorización de la gente para aceptar el fuerte operativo que la protege, argumentando que es la única manera de poder continuar al frente de la gobernabilidad municipal.
Este punto subraya el precario equilibrio entre la necesidad de protección y la imagen de proximidad en un contexto de violencia extrema. Respecto a su reunión con la presidenta Claudia Sheinbaum, Quiroz fue categórica al deslindarse de cualquier interpretación de sumisión.
Aclaró que el encuentro no fue para “doblar las manos”, sino para exigir justicia para Carlos Manzo, para demandar que la federación voltee a ver a Uruapan y para reclamar la captura de los delincuentes que, afirmó, las autoridades federales saben dónde se encuentran.
Esta declaración sitúa su gestión en una línea de exigencia directa al gobierno federal, marcando una distancia crítica y reivindicando una autonomía política forjada en la tragedia. La designación de Grecia Quiroz no es solo un relevo administrativo, sino un evento cargado de un profundo simbolismo político. Su figura encarna la resistencia ciudadana frente a la violencia del crimen organizado y la desconfianza hacia las estructuras partidistas tradicionales.
La convocatoria a un voto de castigo para 2027 proyecta esta lucha inmediata hacia el futuro, transformando un acto de duelo en un programa político de largo aliento. El movimiento independiente del sombrero se erige así no solo como un homenaje, sino como una fuerza electoral incipiente cuyo verdadero impacto está por definirse.
