La 4T quiere reformar el INE mientras acusa a los consejeros de golpeteo

En un giro que nadie vio venir (bueno, quizá todos), el Gobierno de la Cuarta Transformación ha decidido que, después de dominar los tres poderes de la Unión y amenazar con domesticar a las Fiscalías, es hora de dar el siguiente paso en su obra maestra democrática: reformar el Instituto Nacional Electoral (INE) y eliminar a esos molestos legisladores plurinominales, esos seres mitológicos que aparecen sin pasar por las urnas.

La presidenta Claudia Sheinbaum, en un arrebato de transparencia revolucionaria, anunció que su Gobierno impulsará una reforma electoral porque, según ella, gastar 8 mil millones de pesos en elecciones es un exceso (a menos, claro, que sea para financiar proyectos estrella con sobreprecio). “Es parte de mis 100 puntos de Gobierno”, declaró, aunque nadie sabe si esos puntos incluyen también reducir la democracia a un sistema de aprobación automática.

El detonante de esta cruzada fue la osadía de los consejeros del INE, quienes cometieron el crimen de señalar irregularidades en las elecciones judiciales. “¡Eso es trabajo del Tribunal Electoral, no del INE!”, protestó Sheinbaum, como si en un país serio no fueran instituciones complementarias. “Es golpeteo político“, insistió, porque, al parecer, cuestionar al Gobierno ahora equivale a un intento de derrocamiento.

Mientras tanto, en Chiapas, el INE descubrió casillas con participación del 100% (o más, porque en México hasta los muertos votan) y otras donde solo hubo voto único para un candidato. Irregularidades que, según la narrativa oficial, son solo expresiones espontáneas de amor al proyecto nacional. ¿Por qué invalidarlas? ¡Eso sí es golpeteo!

Sheinbaum no aclaró si el INE será reemplazado por una lotería patriótica o por un algoritmo diseñado para siempre darle la razón al Gobierno, pero dejó claro que los plurinominales deben desaparecer. “No representan la voluntad del pueblo“, dijo, como si en este circo político alguien lo hiciera. Lo importante, al final, es que la democracia se ajuste a los designios del poder. ¡Viva la transformación (electoral)!