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Nacional

La Corte Suprema de la Austeridad y otros cuentos moralistas

La promesa de una justicia revolucionaria que desafía los cimientos del poder tradicional.

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En un giro cómico digno de un reality show político, la Presidenta Claudia Sheinbaum anunció al mundo que los nuevos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no solo impartirán justicia, sino que también protagonizarán el primer episodio de “Extreme Makeover: Edición Poder Judicial”. Según la mandataria, estos iluminados juristas —elegidos por el pueblo con la misma precisión democrática con la que se elige al ganador de La Voz— traerán consigo una transformación profunda, aunque nadie sabe muy bien en qué consiste, aparte de cambiar los trajes de Armani por batas de lana virgen tejidas en comunidad.

“No más justicia para el mejor postor”, declaró Sheinbaum, mientras un coro invisible de ángeles neoliberales sollozaba en el fondo. La nueva doctrina judicial, según ella, se basará en tres pilares sagrados: austeridad (léase: cafetería de la Corte sin aguacate), honestidad (excepto en declaraciones fiscales) y transparencia (siempre y cuando no afecte a los compadres). “¡Imaginen!”, exclamó, “un sistema donde los jueces no cobren sobres bajo la mesa, sino que los rechacen educadamente… por escrito”.

El elegido para presidir este circo de virtudes es Hugo Aguilar Ortiz, un abogado mixteco cuya modestia es tan legendaria que, según testigos, rechazó un aumento de sueldo… porque ya ganaba suficiente en su otro trabajo. “Es un hombre del pueblo”, dijo Sheinbaum, omitiendo mencionar que el pueblo en cuestión solo incluye a los 6 millones de votantes que lo eligieron, y no a los otros 120 millones que ni enterados estaban.

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Mientras tanto, los actuales ministros de la Corte, acostumbrados a sus salarios de seis cifras y sus viajes en jets privados, se preparan para el gran cambio: dicen que ya están practicando cómo vivir con un solo yate. “Es un sacrificio”, admitió uno, “pero si el pueblo quiere justicia austera, pues… ¿qué no hacemos nosotros por el rating?”

Y así, entre promesas de sencillez (pero con escolta) y profesionalismo (pero sin contrapesos), México se encamina hacia una nueva era judicial. O al menos, hacia un buen guión de telenovela.

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