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La doble cara de Acapulco turismo y violencia en Semana Santa

Mientras el turismo florecía, una ola de sangre sacudió el puerto, revelando grietas en el discurso oficial.

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Chilpancingo, Guerrero — Detrás de la postal paradisíaca, Acapulco esconde una realidad escalofriante. Abril no solo trajo oleadas de turistas durante Semana Santa, sino también un récord macabro: 64 homicidios en 30 días, según cifras oficiales. ¿Cómo es posible que la violencia se disparara un 45% respecto a marzo, pese al despliegue de más de mil efectivos de seguridad?

Los datos revelan un patrón perturbador. Mientras las autoridades presumían operativos turísticos, ejecuciones sumarias arrasaron con taxistas, comerciantes y mecánicos. La colonia Ciudad Renacimiento y siete zonas más se convirtieron en epicentros de masacres. Pero hay una pregunta que nadie responde: ¿Por qué los crímenes se concentraron en áreas con fuerte presencia delictiva histórica?

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Documentos obtenidos por este medio exponen una pista clave. El 16 de abril, transportistas bloquearon la carretera Acapulco-Chilpancingo con ataúdes que acusaban a la gobernadora Evelyn Salgado de vincularse con “Los Rusos”, célula narca que disputa territorios al Cártel Independiente de Acapulco (CIDA). Horas después de levantar la protesta, uno de los manifestantes yacía muerto. ¿Coincidencia o advertencia?

El caso del ambientalista Marco Antonio Suástegui añade capas al misterio. Asesinado en playa Icacos —zona hipervigilada— su muerte provocó reacciones internacionales. Fuentes del Cecop revelaron a este diario que Suástegui había denunciado infiltración criminal en protestas contra la presa La Parota. ¿Estamos ante crímenes comunes o una estrategia de silenciamiento?

Mientras la subsecretaría política estatal acusaba a la alcaldesa Abelina López de inacción, ella evitaba toda declaración. Expertos consultados señalan que este silencio coincide con informes de inteligencia sobre pactos no escritos entre autoridades y grupos ilegales. Una fuente anónima de la PGJE admitió: “Hay zonas donde ni policías ni militares entran sin avisar”.

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Este reportaje deja al descubierto una verdad incómoda: la violencia en Acapulco no es caótica. Sigue rutas precisas, beneficia a actores concretos y —lo más grave— florece bajo la mirada cómplice de quienes juraron combatirla. La pregunta que queda flotando es: ¿Quién realmente gobierna el puerto?

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