La farsa monumental del poder y la protesta ciudadana

El Gran Teatro de la Indignación Nacional

En un sublime acto de coreografía cívica, los súbditos del reino mexicano protagonizaron hoy una comedia bufa de proporciones monumentales. Durante exactamente sesenta minutos de pataleo ceremonial contra las sagradas vallas de Palacio Nacional, la plebe ilustrada demostró su descontento mediante el ancestral ritual de golpear metal con extremidades inferiores.

Los sacerdotes del orden, ataviados con sus armaduras antibárbaros y portando los sagrados escudos, oficiaron la liturgia represiva con la precisión de una danza macabra. Mientras tanto, los acólitos médicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas ejercían el contradictorio ministerio de curar heridas infligidas por sus colegas uniformados.

La Divina Comedia del Conflicto Urbano

En la explanada del Zócalo Capitalino, ese templo laico donde se representa periódicamente el drama nacional, ciudadanos y fuerzas del orden intercambiaron afectuosos golpes, cariñosos empujones y tiernos proyectiles. Los gases lacrimógenos sirvieron de incienso para esta misa revolucionaria, donde los fieles lloraban no de emoción espiritual sino de irritación ocular.

Las mujeres que repartían agua a los manifestantes intoxicados completaban el cuadro de esta surrealista obra de teatro callejero: mientras el estado regala gases, la sociedad civil obsequia hidratación. ¡Qué bello ejemplo de economía del cuidado frente a la economía de la represión!

Epílogo de una Farsa Anunciada

Al final de esta jornada histórica, quedó demostrado el perfecto funcionamiento del mecanismo social: el pueblo ejerce su derecho al pataleo, las autoridades su deber de contenerlo, y los medios su privilegio de narrarlo. Todos cumplieron su papel en este ballet de la democracia participativa donde, por una tarde, el Zócalo se convirtió en el escenario donde México representa su eterna tragicomedia de poder y resistencia.

Mientras los lastimados son atendidos y las vallas vuelven a levantarse, el espectáculo debe continuar. Mañana será otro día para otra función de este circo político donde nadie se ríe, pero todos actuamos.

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