La cifra es fría, pero cada número esconde una tragedia familiar: 78 cuerpos han sido oficialmente identificados de los 386 hallados en junio en el crematorio Plenitud de Ciudad Juárez. La Fiscalía General del Estado de Chihuahua afirma haber notificado a 60 familias y haber realizado la entrega física de 57 de estos restos. Sin embargo, este avance, presentado como un logro, apenas raspa la superficie de una crisis humanitaria de proporciones devastadoras.
¿Qué sucedió realmente dentro de las paredes del crematorio Plenitud? La Unidad Especializada en la Investigación de Delitos ya tiene registradas 44 denuncias por fraude, apuntando a un posible entramado de delincuencia organizada que se aprovechó del dolor y la desesperación. Pero, ¿quiénes son los cerebros de esta operación? Los documentos y testimonios recabados por este medio sugieren una red que prometía servicios funerarios dignos para luego defraudar a las familias, dejando a sus seres queridos en un limbo de indignidad.
Mientras las autoridades destacan la creación de un sitio web para la recopilación de información, que ha arrojado dos identificaciones adicionales y diez hipótesis pendientes, las familias afectadas no se dejan consolar por protocolos burocráticos. Sus manifestaciones, como la realizada recientemente frente al Palacio de Gobierno en la capital estatal, son un grito desesperado que interpela a la sociedad entera: exigen justicia y una aceleración urgente de los procesos de identificación para las más de 300 víctimas que aún aguardan en el SEMEFO.
Tras una investigación persistente, surge una pregunta incisiva: ¿la respuesta institucional, que incluye atención psicológica de la CEAVE, es suficiente para lidiar con la magnitud de este horror? La narrativa oficial choca con la realidad de un sistema forense saturado y una investigación que avanza a un ritmo que las familias consideran glacial. La verdad oculta tras este caso no es sólo la identidad de los responsables, sino la fragilidad de un sistema que permitió que esta atrocidad ocurriera. La revelación final podría ser que el fraude no fue solo contra las familias, sino contra la propia fe pública.