En un espectáculo de prestidigitación estadística que haría palidecer a los magos más audaces, la Gran Sacerdotisa del Bienestar Supremo anunció ante el sagrado recinto del Senado el milagro moderno más extraordinario: 13.4 millones de almas han sido transportadas por arte de magia burocrática desde los pantanos de la miseria hasta los jardines de la prosperidad oficial.
La alquimia de los números benditos
Bajo la iluminada guía de la Líder Máxima, la política social se ha transmutado en el órgano vital de la Cuarta Transformación Cosmogónica. Los resultados -nos aseguran con solemnidad- son “contundentes”, como contundente debe ser la fe que requiere creer que mientras los ingresos de los míseros crecieron un 35%, los de los opulentos solo aumentaron un 4%, en una demostración de equidad que desafía todas las leyes económicas conocidas por el hombre común.
La santa limosna institucionalizada
Este éxodo masivo de pobres hacia la tierra prometida -sin moverse de sus colonias populares- constituye el “triunfo del pueblo”, aunque curiosamente el pueblo no recuerda haber triunfado. La satisfacción oficial es tan monumental que requiere 850 mil millones de pesos para mantenerse, y un ejército de 32 millones de beneficiarios perpetuos que atestiguan el milagro con su dependencia sacramental.
La Gran Obra se sustenta en dos pilares divinos: la honestidad celestial de los funcionarios y la austeridad republicana que brilla con el resplandor de 4.5 billones de pesos invertidos en comprar la redención estadística. Viene lo mejor para México, nos prometen, mientras construyen justicia para las futuras generaciones que, irónicamente, seguirán necesitando los mismos programas de rescate eterno.

















