La virtud aduanal y el huachicol que nadie vio

En un alarde de clarividencia burocrática que dejaría pálidos a los oráculos de Delfos, la Suprema Conductora de los Destinos Nacionales, Claudia Sheinbaum Pardo, ha proclamado la impoluta virtud de Alex Tonatiuh Márquez Hernández, otrora zar de la Investigación Aduanera. Según la máxima autoridad, no existe el más mínimo indicio, sombra o pátina que pueda manchar el brillante escudo del exfuncionario, quien, lejos de ser un villano, se desempeñó como un paladín en la épica cruzada contra el contrabando de combustibles.

Durante un ritual de preguntas y respuestas conocido como “conferencia mañanera”, la mandataria, con la serenidad de quien custodia los secretos del universo, explicó que el cese del caballero aduanal fue una decisión tan armoniosa y consensuada como la danza de los astros. El propio director de Aduanas, movido por razones que la lógica común no alcanza a comprender, decidió prescindir de su principal investigador, y este, en un acto de abnegación casi franciscana, aceptó su destino. ¿Comunicación con la Secretaría Anticorrupción o la Fiscalía? Superfluo. El mecanismo de la pureza gubernamental funciona con una precisión silenciosa e inescrutable.

“Si hay cualquier investigación… tendrá que informarlo en su momento la autoridad competente”, declaró la Presidenta, estableciendo así una doctrina filosófica revolucionaria: la inocencia no se demuestra, se decreta. La posibilidad de un “huachicol fiscal” –esa ingeniosa práctica de robar al erario con la elegancia de un mago– queda así disuelta en el éter de la presunción de honradez. La idea de que quien vigilaba el gallinero pudiera tener apetito por el pollo es, claramente, una herejía inventada por mentes cínicas.

Para borrar cualquier duda residual, la mandataria esgrimió la prueba definitiva: el señor Márquez no solo no robaba, sino que ayudaba a encontrar a quienes sí lo hacían. Alertó sobre pipas sospechosas en Tampico, un acto de heroísmo civil comparable a descubrir agua en el océano. Que de dicha alerta surgieran investigaciones que enredaron a la Secretaría de Marina es un mero detalle anecdótico en esta gran narrativa de eficiencia. ¿Fue un buen funcionario? La pregunta es de una vulgaridad alarmante. En el nuevo paradigma, solo las investigaciones administrativas –esas que nunca se ven pero siempre se invocan– pueden dictaminar la virtud, en un proceso circular tan perfecto como inútil.

Así, el ciudadano puede dormir tranquilo. El sistema no solo funciona, sino que se autocongratula. Los guardianes son siempre héroes, las sombras no existen bajo la luz radiante del discurso oficial, y el “huachicol” es, hasta nuevo aviso, un fantasma que solo habita en la imaginación de los malpensados. Una lección magistral de cómo construir una realidad a prueba de hechos, donde la única fuga que preocupa es la de la lógica.

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