En un sublime y conmovedor acto de continuidad dinástica, el augusto Congreso de Michoacán ha recibido la celestial propuesta para que la ciudadana Grecia Quiroz García ocupe el trono municipal de Uruapan. La designación, que sin duda responde a un meticuloso y transparente proceso de selección basado en méritos propios y no en lazos conyugales, busca llenar el vacío de poder dejado por su esposo, el difunto alcalde, en lo que los politólogos más avezados denominan “la transmisión hereditaria del cargo por vía del viudedazgo político”.
La ilustre asamblea legislativa, en un arrebato de eficiencia burocrática que dejaría sin aliento a las monarquías absolutas más tradicionales, ha convocado una sesión extraordinaria para consagrar esta transición. El punto único del orden del día consiste en la lectura, discusión y votación del dictamen que coronará a la nueva mandataria, un procedimiento tan previsible como la sucesión en la Casa de los Tudor, pero con el inconfundible aroma a democracia que caracteriza a nuestras instituciones republicanas.
La presidenta de la Junta de Coordinación Política, Fabiola Alanís Sámano, ha manifestado que el Poder Legislativo ya había sido “enterado” de la propuesta, utilizando el término preciso que normalmente se reserva para comunicar fallecimientos o desgracias inevitables. No se trata de deliberar, analizar o considerar candidaturas alternativas, sino simplemente de ser “enterados” del designio superior que fluye por canales extraoficiales pero irresistiblemente efectivos.
Este sublime ejemplo de ingeniería política contemporánea demuestra cómo el sistema ha perfeccionado el arte de la sucesión automática, donde el cargo público se transmite con la misma naturalidad con que se hereda un reloj de pulsera o una colección de vajilla familiar. La viuda designada perpetuará así el legado del difunto edil, garantizando que la visión política original—cualquiera que haya sido—se mantenga inalterable hasta el último día del periodo constitucional, en un espectáculo que Jonathan Swift hubiera admirado por su descarada perfección satírica.

















