En el intrincado mundo de la aviación internacional, pocas cosas son tan valiosas y disputadas como un slot en un aeropuerto congestionado. Tras años de observar estas dinámicas, confirmo que la decisión del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) de restituir seis de estos preciados horarios de operación a aerolíneas de Estados Unidos no es una simple noticia administrativa; es un movimiento táctico crucial. La Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) lo enmarca dentro de las negociaciones para resolver el conflicto aeronáutico bilateral, un diferendo que, en la práctica, ha generado incertidumbre y fricciones comerciales palpables.
El secretario Jesús Esteva Medina aclaró que la fecha concreta de devolución aún está por definirse, posiblemente extendiéndose hasta la próxima temporada alta de verano. La experiencia me ha enseñado que esta flexibilidad es común en estos procesos, pues las aerocompañías necesitan reajustar sus mallas de vuelo y programación de tripulaciones. Aunque no se especificó qué empresas recuperarán su capacidad operativa, es un secreto a voces en la industria que United Airlines, American Airlines y Delta Air Lines se vieron entre las más afectadas por la reducción de operaciones por hora impuesta en el AICM en 2023.
Este gesto sigue al anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 18 de noviembre, quien confirmó el acuerdo con el Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT). Recuerdo que, en el pasado, estas tensiones rara vez escalaban a medidas tan drásticas como las que tomó el DOT a finales de octubre: la revocación de permisos para 13 nuevas rutas de Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus y la amenaza de prohibir el transporte mixto de pasajeros y carga desde el AICM. Estas represalias, respuesta al traslado de la carga aérea al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), mostraron la seriedad del desacuerdo.
Desde mi perspectiva, lo más alentador es la meta de alcanzar un acuerdo integral antes de la Copa Mundial de la FIFA 2026. Eventos de esta magnitud exigen una conectividad aérea robusta y predecible. Esteva Medina aseguró que el objetivo final es beneficiar a los usuarios y fortalecer el sistema aeroportuario metropolitano (AICM-AIFA), un concepto que, en la práctica, requiere una coordinación y una voluntad política extraordinarias.
Finalmente, una lección aprendida a lo largo de los años es que la desconfianza nace de la opacidad. Por eso, la adquisición de un nuevo sistema informático para la asignación de horarios, alineado con estándares globales, es una noticia positiva. Un software que ofrezca visibilidad en tiempo real puede ser un gran paso hacia la transparencia y la competencia leal, calmando muchas de las preocupaciones legítimas que han circulado en el sector. La teoría habla de eficiencia; la práctica nos recuerda que sin equidad y claridad, cualquier sistema está condenado a generar nuevos conflictos.
















