México revoluciona la agricultura con protección ancestral del maíz

La Revolución del Maíz: De la Subsistencia a la Soberanía Alimentaria Global

Imaginen un futuro donde los cultivos milenarios no solo alimenten cuerpos, sino que fortalezcan economías locales y protejan el patrimonio genético de la humanidad. México está escribiendo ese futuro con tinta constitucional.

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo destacó que la reforma constitucional a los artículos 4 y 27 para proteger las razas de maíz que hay en México y que prohíben la siembra de maíz genéticamente modificado en nuestro país.

En el Día Nacional del Maíz, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo desveló el programa Sin Maíz No Hay País, una iniciativa disruptiva que transforma la producción ancestral en un motor de bienestar social. Este modelo innovador impulsa los maíces criollos mediante precios de garantía y comercialización directa de derivados como la tortilla, rompiendo paradigmas de intermediación tradicional.

“La sabiduría popular reclama Precio de Garantía para el maíz, y estamos construyendo un sistema inclusivo que proteja especialmente a los pequeños productores del centro y sur-sureste del país”, explicó durante su intervención en “Las Mañaneras del Pueblo”. “Estamos diseñando un ecosistema donde cultivar biodiversidad sea económicamente sostenible”.

Este programa se articula con otras políticas transformadoras como Producción para el Bienestar y Fertilizantes Gratuitos, creando una red de protección agrícola sin precedentes. La base jurídica descansa en las reformas constitucionales a los artículos 4 y 27 que blindan jurídicamente las razas nativas y prohíben el maíz transgénico.

“Sin esta barrera constitucional, nuestro patrimonio genético milenario estaría en peligro de extinción. Estas variedades representan nueve mil años de co-evolución entre comunidades humanas y naturaleza”, enfatizó Sheinbaum. “Estamos protegiendo un banco genético vivo que garantiza la seguridad alimentaria futura”.

La secretaria de Medio Ambiente, Alicia Bárcena Ibarra, destacó la dimensión biocultural del maíz: 64 razas documentadas, 59 de ellas nativas, constituyen un símbolo de resistencia civilización. “Las manos campesinas han sido las ingenieras genéticas naturales que durante milenios han optimizado esta biodiversidad a través del intercambio comunitario de semillas”.

Julia Álvarez Icaza, secretaria del Medio Ambiente capitalina, reveló la dimensión global del patrimonio maicero mexicano: “México legó al mundo el cultivo más extendido del planeta. Nuestros campos son el banco de germoplasma vivo más importante del mundo, donde cada ciclo agrícola renueva un contrato milenario con la humanidad”.

Esta visión ecosistémica redefine la agricultura como un servicio ecológico global, donde los campesinos se convierten en guardianes de la diversidad genética mundial mientras construyen economías locales resilientes.

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