Norteamericanos en México protestan contra las redadas de Trump

Ciudad de México.— Bajo el lema “No Kings”, cientos de manifestantes, entre ellos ciudadanos estadounidenses residentes en México, centroamericanos y mexicanos, tomaron las calles de la capital para denunciar las redadas masivas y la militarización de la frontera impulsadas por el gobierno de Donald Trump. La movilización, que recorrió emblemáticos puntos como el Ángel de la Independencia y Paseo de la Reforma, culminó frente a la Embajada de Estados Unidos con un mensaje claro: la violencia no es la solución.

¿Qué llevó a estos manifestantes, muchos de ellos expatriados, a alzar la voz desde suelo mexicano? Fuentes consultadas revelan que las políticas migratorias de la administración Trump no solo afectan a los indocumentados, sino que erosionan los derechos civiles y el tejido social de comunidades enteras en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York. “América no tiene reyes”, coreaban los asistentes mientras ondeaban banderas estadounidenses invertidas, símbolo de su rechazo a lo que califican como un giro autoritario.

Un testimonio destacado fue el de un texano radicado en la CDMX: “La violencia institucional está destruyendo los valores democráticos. Los migrantes no son criminales; son quienes sostienen la economía”. Documentos obtenidos por este medio muestran que, solo en 2025, el ICE ha deportado a más de 15,000 personas en operativos cuestionados por organizaciones de derechos humanos.

Lo más revelador: la marcha no fue un hecho aislado. Coincidió con protestas en 60 ciudades globales, incluyendo varias en EE.UU. y Canadá, en una fecha simbólica: el 250 aniversario del Ejército estadounidense y el cumpleaños 79 de Trump. Mientras el embajador Ronald Johnson felicitaba al mandatario en redes sociales, los manifestantes preparaban un micrófono abierto para exponer casos concretos de familias separadas.

¿Qué conexión existe entre estas movilizaciones y el aumento de denuncias por abusos en centros de detención? Investigaciones recientes sugieren un patrón de criminalización sistemática. La bandera binacional que encabezó la protesta —una fusión de los pabellones de México y EE.UU.— parece apuntar a una demanda más profunda: revisar el modelo de seguridad compartida entre ambos países.

Mientras las autoridades estadounidenses insisten en que las redadas son “operativos de rutina”, los documentos filtrados a este medio revelan órdenes ejecutivas que priorizan las cuotas de deportación sobre el debido proceso. La pregunta queda flotando: ¿Está el gobierno de Trump usando la migración como cortina de humo para medidas más amplias contra las libertades civiles?

Al cierre de esta edición, los organizadores anunciaron que presentarán evidencias ante la CIDH sobre presuntas violaciones a derechos humanos. El contraste entre el discurso oficial y las voces en las calles no podría ser más elocuente.