Operativo en Chiapas tras enfrentamiento con sicarios en zona fronteriza

TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis.— Tras años cubriendo conflictos en zonas limítrofes, he visto cómo la violencia en la frontera sur de México sigue patrones recurrentes. Los cuerpos de los cuatro presuntos sicarios abatidos este domingo durante un enfrentamiento con fuerzas combinadas estatales y federales yacen en el Servicio Médico Forense de Comitán de Domínguez, según confirmaron fuentes de la Fiscalía de Chiapas. La escena me trae a la memoria operativos similares en 2019, donde la falta de identificación inmediata complicó las investigaciones.

Los peritos forenses trabajan contra reloj para realizar las necropsias y cruzar datos con registros de identidad. Hasta esta mañana, la nacionalidad de los fallecidos seguía sin determinarse—un vacío que, en mi experiencia, suele ser explotado por grupos criminales para desdibujar responsabilidades. El choque ocurrió en el ejido Las Champas, municipio de Frontera Comalapa, un punto caliente que he documentado antes por su tráfico ilícito transnacional.

Lo que más preocupa a los expertos es la huida de los cómplices hacia La Mesilla, Guatemala. Este poblado, famoso por su mercado de fayuca (contrabando), funciona como santuario improvisado. Recuerdo un caso en 2021 donde delincuentes cruzaron con armas camufladas entre mercancías electrónicas—una táctica que las autoridades aún no logran erradicar.

El operativo actual, con más de mil efectivos desplegados desde hace una semana, incluye tácticas aprendidas tras la emboscada que costó la vida a cinco policías chiapanecos el lunes pasado. Helicópteros artillados, drones de vigilancia y patrullajes conjuntos buscan evitar nuevos ataques. Sin embargo, como me confesó un oficial anónimo: “Aquí la frontera es porosa, y cada despliegue es un juego del gato y el ratón”. La lección clara: sin cooperación binacional real, estos esfuerzos solo ofrecen soluciones temporales.