Samuel García confiesa el sueño papal que su madre tenía para él

MONTERREY, NL. — En un giro celestial que hubiera revolucionado el Vaticano y el PAN simultáneamente, el gobernador Samuel García confesó que su destino pudo ser más divino que terrenal. Resulta que doña Silvia Sepúlveda, en un arrebato de ambición espiritual, soñaba con ver a su vástago vestido de blanco… pero no de traje, sino de sotana.

“Ayer me acordé que de chiquito la señora Silvia me dice: Samuel, yo quiero que tú seas el Papa”, declaró el mandatario, mientras las madres trabajadoras presentes se preguntaban si esto explicaba su costumbre de dar homilías en lugar de soluciones.

El relato continuó con detalles de una infancia tan piadosa que haría llorar a un seminarista: misas diarias a las 7 AM, bendiciones improvisadas a compañeros de clase (“¡Nombre, bien purificado!”) y, aparentemente, cero sospechas de que su vocación terminara en Los Pinos en lugar del Santo Sepulcro.

“No sé qué me pasó, que acabé en la política”, musitó García con la misma perplexidad con la que Judas debió decir “No sé qué me pasó, que acabé besando a Jesús”. La ironía, desde luego, no escapa al análisis: ¿acaso hay mejor entrenamiento para la política que aspirar al papado? Ambos cargos exigen fe ciega de los seguidores, promesas de milagros económicos y la habilidad de perdonarse pecados propios.

Queda la pregunta flotando como hostia consagrada: ¿Fue la política su verdadera caída de gracia… o su ascenso alternativo al poder absoluto? Al menos en el Vaticano las encuestas de aprobación duran más que un mandato estatal.