Sheinbaum condena violencia pero defiende derechos de migrantes en EU

En un giro tragicómico de la geopolítica contemporánea, la presidenta Claudia Sheinbaum ha alzado su voz para pedir dignidad humana a un país que inventó el “sueño americano” pero olvidó incluir el manual de instrucciones para despertar. Ante las protestas migrantes en Los Ángeles –esa tierra prometida donde hasta las palmeras parecen hacer fila para el green card–, nuestra mandataria ha esgrimido el arma más letal de la diplomacia: el discurso políticamente correcto.

Con la solemnidad de quien reparte sermones en un barrio bravo, Sheinbaum condenó las quemas de patrullas, esos improvisados performances pirotécnicos que tanto indignan a las autoridades… excepto cuando son parte de una película de Hollywood. “No confundan resistencia con provocación“, advirtió, como si los manifestantes llevaran subtítulos explicativos.

Mientras tanto, el gobierno mexicano activó su red consular con la eficiencia de un servicio de streaming: asistencia legal bajo demanda, derechos humanos en alta definición, y todo sin comerciales (aunque con cuotas ocultas de burocracia). “Nuestros connacionales son trabajadores honestos“, declaró Sheinbaum, omitiendo que en EU hasta los sueños pagan impuestos.

La ironía alcanzó su clímax cuando describió Los Ángeles como ciudad generosa, ese paraíso donde los tacos son patrimonio cultural pero los taqueros viven escondidos. La mandataria propone corresponsabilidad regional, ese eufemismo brillante para decir: “Queremos su dinero, no su xenofobia”.

En este absurdo teatro geopolítico, México juega al equilibrista: condena la violencia que no patrocina y defiende migrantes que no puede proteger, todo mientras EU sigue construyendo muros más altos que sus contradicciones morales. ¿El resultado? Un llamado a la paz que suena tan convincente como un comercial de armas promoviendo la fraternidad universal.