Una épica batalla vecinal donde las latas de cerveza fueron solo el prólogo

GUADALUPE, NL. — En un giro digno de una tragedia griega moderna, Priscila, una ciudadana de 27 años, protagonizó lo que los analistas ya denominan “el primer conflicto bélico interestelar entre patios traseros”. Todo comenzó cuando la víctima, una mujer de 37 años, cometió el error capital de creer que su espacio aéreo no sería violado por proyectiles cerveceros lanzados desde el territorio vecino.

La escalada diplomática fue inmediata. Según testigos, Priscila —quien celebraba lo que parecía ser una cumbre de la OTAN en su jardín— respondió a las quejas con un repertorio de amenazas vocales que harían palidecer a un cantante de ópera. Pero el verdadero coup de théâtre llegó cuando, en un alarde de creatividad culinario-militar, esgrimió un cuchillo como si fuera un trofeo en un reality show de cocina extremista.

Las fuerzas de paz (alias policías municipales) llegaron justo cuando la agresora intentaba invadir el territorio soberano de su vecina, demostrando una vez más que en Guadalupe, la política de “buen vecino” se interpreta con cierta flexibilidad. En un movimiento estratégico digno de Sun Tzu, Priscila intentó deshacerse del arma, pero los agentes —entrenados para distinguir entre una parrillada y un crimen— la interceptaron.

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Ahora la heroína de esta epopeya suburbana enfrenta cargos, mientras los expertos debaten: ¿Fue un acto de terrorismo doméstico o simplemente el primer caso documentado de “síndrome de abstinencia de espacio personal”? Lo cierto es que este incidente ha redefinido para siempre el concepto de “fiesta molesta” en el catálogo de delitos urbanos.