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Espectáculos

El espectáculo del llanto en la era del entretenimiento cruel

La fragilidad humana se exhibe en pantalla mientras el circo mediático aplaude o señala.

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En un giro tragicómico digno de un reality show distópico, Flor Rubio, sacerdotisa de la pantalla chica, protagonizó el sainete perfecto para nuestra era de voyeurismo emocional. El programa “Venga la Alegría” —título que hoy suena a cruel ironía— se transformó en arena romana donde los gladiadores modernos no luchan a muerte, sino por ratings, usando lágrimas como armas arrojadizas.

La dinámica “Sin palabras” demostró ser, irónicamente, el catalizador para un monólogo shakesperiano de indignación. Rubio, vestal de los talk shows, olvidó el primer mandamiento del espectáculo: “Finge hasta lograrlo”. En lugar de sonreír como robot programado, cometió el pecado capital de mostrar humanidad, desatando el juicio de las hordas digitales que exigen sangre… o al menos memes.

Mientras Borghetti intentaba calmar las aguas como un pobre Séneca frente a Nerón, las redes sociales escribían su propia versión de los Anales de Tácito: “¡Que no juegue si va a llorar!”, proclamaban los estoicos del sofá, expertos en resiliencia ajena. La ironía: criticar sensibilidad en un país donde los noticieros mezclan tragedias con concursos de baile.

El verdadero juego no era adivinar palabras, sino mantener las apariencias. Rubio falló al revelar que detrás del maquillaje de estudio hay personas, no hologramas. Su crimen: recordar que hasta en el circo los payasos sangran. Mientras tanto, el público, como en tiempos de Roma, pide más pan y más circo… pero sin lágrimas reales, por favor, que arruinan la ficción.

La moraleja de este reality existencial: en la era del like, mostrar vulnerabilidad es el último tabú. Mejor sonreír mientras te crucifican, total, mañana habrá otro espectáculo en el Coliseo digital.

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