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Ha*Ash y su circo de country para corazones rotos

Las hermanas convirtieron el escenario en un circo de country terapéutico donde las lágrimas valían entrada.

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En un acto de caridad sonora sin precedentes, las hermanas Hanna y Ashley, autoproclamadas cirujanas emocionales con guitarra, aterrizaron en Monterrey para convertir el Domo Care en un ambulatorio musical disfrazado de salón honky-tonk. Bautizaron el espectáculo como “Haashville”, un híbrido entre Nashville y un grupo de apoyo para víctimas del amor, donde las botas de cowboy son el uniforme obligatorio y las lágrimas, la moneda de cambio.

El ritual comenzó con un vídeo propagandístico que prometía redención a través de acordes mayores. A las 22:48, hora sagrada para los rituales de despecho, aparecieron en escena: Hanna, la sacerdotisa de mirada intensa, blandiendo su guitarra como un bisturí; Ashley, la animadora sociocultural del dueto, repartiendo órdenes de aplausos como si fueran placebos. La audiencia, previamente diagnosticada con “soledad aguda”, coreó “No Te Quiero Nada” con la convicción de un mantra repetido en terapia grupal.

El show fue un catálogo de contradicciones: cinco músicos anónimos (¿acaso comparsas de este sainete?) acompañaron a las hermanas mientras estas demostraban su dominio de instrumentos exóticos como la armónica —artefacto mágico que, según parece, cura el 37% de las penas— y el pandero, herramienta fundamental para ahuyentar los recuerdos de exparejas. Entre canción y canción, Ashley recetó chupes etílicos como complemento al tratamiento, mientras Hanna, en un arrebato de solemnidad, declaró: “Aquí en Haashville nadie está solo”, frase que sonó más a amenaza que a consuelo.

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El clímax llegó con “Mi Niña Mujer”, donde las hermanas, en un giro antropológico, se contorsionaron al ritmo de cumbia como si intentaran exorcizar sus raíces anglosajonas. El público, en éxtasis colectivo, coreó “¿Qué Hago Yo?” con la desesperación de quien espera que Shazam le resuelva la vida. Tras una falsa despedida —táctica clásica para simular demanda—, cerraron con “Odio Amarte”, himno no oficial de los que revisan el móvil a las 3 AM.

LA GRAN FARSA TRANSATLÁNTICA

EUROPA PREPÁRENSE PARA EL CONTAGIO

Esta gira, que ya ha infestado tres continentes con su epidemia de country pop, ahora mutará hacia Europa. Los regios, en un acto de masoquismo colectivo, les regalaron ovaciones en lugar de facturas por daño emocional. Como recompensa, dos afortunados fans fueron secuestrados al escenario para bailar “100 Años”, metáfora perfecta de la duración promedio de una relación en Tinder. Las Ha*Ash no venden música: venden espejismos con estribillo.

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Las Ha*Ash ¡Sanan corazones!
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