El huracán Erin amenaza el Caribe con furia climática y caos

En un espectáculo digno de la más absurda tragicomedia climática, el huracán Erin decidió que ser un simple meteoro no era suficiente y se autoproclamó destructor en jefe del Caribe. Mientras los mortales en Puerto Rico y las Islas Vírgenes intentaban no ser arrastrados al mar como personajes de un mal chiste, Erin, en un acto de diva caprichosa, fluctuaba entre categoría 3 y 5 solo para mantener a los meteorólogos en vilo. “Es un huracán peligroso en cualquier caso”, declaró un experto, en lo que podría ser el eufemismo del año.

Las bandas exteriores del huracán, como si fueran ejecutivos corporativos repartiendo despidos masivos, dejaron a 147,000 clientes sin electricidad en Puerto Rico, mientras Luma Energy —esa entidad privada que gestiona la energía como si fuera un experimento de caos controlado— se limitó a encogerse de hombros. Los vuelos cancelados y las carreteras desaparecidas en Carolina del Norte completaban el cuadro de un sistema que, irónicamente, parece más organizado que algunos gobiernos.

Mientras tanto, los científicos, esos aguafiestas con datos, señalaron al cambio climático como el verdadero director de esta obra teatral. Las aguas cálidas, convertidas en combustible premium para huracanes, permiten que Erin y sus futuros hermanos destructivos se fortalezcan más rápido que un político cambiando de discurso. Y así, entre risas nerviosas, el Caribe se pregunta: ¿esto es solo el prólogo de lo que vendrá?

La Guardia Costera, en un gesto de optimismo casi cómico, reabrió los puertos como si el peligro hubiera pasado. Pero Erin, como todo buen villano, prometió regresar con más fuerza. Porque en este mundo donde el clima se vuelve cada vez más impredecible, solo nos queda reír para no llorar… o mudarnos a Marte.