Las Úrsidas ofrecen el último espectáculo celeste del año

En un ejercicio de suprema generosidad cósmica, el firmamento ha decidido obsequiar a la atribulada humanidad un último y patético destello de belleza antes del inevitable colapso. El año 2025, ya de por sí sobrecargado de prodigios astrales destinados a distraernos de nuestros fracasos terrenales, culmina con la lluvia de meteoros Úrsidas, un evento que los sacerdotes de la comunidad astronómica promocionan con el fervor de vendedores de humo galáctico.

El último suspiro estelar: las Úrsidas

Así pues, a escasos días de que expire el contrato temporal que llamamos calendario, el universo nos lanza un puñado de polvo y hielo incendiado como broche final. Se trata, nos aseguran con solemnidad, de un avistamiento excepcional. El oráculo digital Starwalk ha hablado: durante su clímax, esta lluvia puede regalarnos la vertiginosa cantidad de diez meteoros por hora. ¡Diez! Una cifra tan abrumadora que obliga al espectador a un ejercicio de paciencia zen, contemplando la oscuridad durante interminables intervalos, preguntándose si no sería más entretenido contar los errores de gobernanza global.

Condiciones para el éxtasis colectivo

El ritual se desarrollará entre el 17 y el 26 de diciembre, alcanzando su punto álgido en la noche del 21 al 22. Los augures han declarado que las condiciones serán “propicias”, gracias a la benevolente ausencia de la Luna Nueva, que habrá tenido la delicadeza de esconderse dos días antes. Es decir, la oscuridad será perfecta, metáfora involuntaria pero apropiada para el estado de la civilización, permitiendo que estos fugaces rayos de esperanza interestelar brillen con claridad antes de extinguirse.

El año en que miramos al cielo para no ver la tierra

Las Úrsidas se unen así al panteón de fenómenos astronómicos que han marcado este 2025: eclipses que ocultaron el sol, alineaciones planetarias que no alinearon nuestros propósitos. La astronomía se consolida, una vez más, como el entretenimiento definitivo para una especie que, incapaz de arreglar su propio hogar, dedica sus mejores esfuerzos a catalogar con admiración la impecable mecánica de un vecindario que le es completamente indiferente.

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