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Keylor Navas recibe ovación épica en su debut bajo el diluvio auriazul

La lluvia no apagó el fervor de la afición auriazul ante un debut que ya era leyenda.

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Tras semanas de suspense dignas de un culebrón vaticano, Keylor Navas, el hombre que detuvo balones divinos en el Santiago Bernabéu y pecaminosos en el Parque de los Príncipes, pisó por fin el césped sagrado del Olímpico Universitario. No era un partido: era una coronación.

El portero costarricense, cuyo currículum incluye tres Champions League y una legión de devotos, ya había jugado con la camiseta auriazul, pero solo en escenarios menores. Hoy, bajo un diluvio que hubiera ahogado a Noé, CU se convirtió en su nuevo Monte Sinaí.

Contra el Necaxa, equipo cuyo nombre suena a fármaco para el dolor de cabeza, Navas protagonizó un ritual donde la lluvia era agua bendita y los gritos de la tribuna, salmos. La afición, empapada pero beatífica, coreó su nombre como si fuera el Mesías… pero con guantes de látex.

En la primera jugada peligrosa, el arquero tico hizo lo que sabe: detener el tiempo. Su atajada fue tan espectacular que hasta los charcos en el campo aplaudieron. Así es el fútbol en México: donde un partido bajo tormenta se convierte en leyenda antes del minuto 10.

Mientras tanto, en algún lugar de Europa, un director técnico de bigote fino murmuró: “¿Keylor quién?”. Pero en CU, ya es santo patrono de los milagros bajo los tres palos.

Nota: Ningún arquero fue dañado durante esta exageración. Pero la autoestima del Necaxa, quizás sí.

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