Los árbitros que gobiernan el destino del fútbol con un silbato y un VAR

En un giro cómico de los acontecimientos que ni el mismísimo Jonathan Swift habría imaginado, el Reino del Balompié Mexicano ha delegado su futuro en manos de un arquitecto (sí, de esos que diseñan edificios) llamado Víctor Cáceres, quien -oh sorpresa- también sabe pitar faltas mientras juega a ser dios en el Estadio Ciudad de los Deportes. No contentos con esta genialidad, la Sacrosanta Comisión de Árbitros ha asignado un ejército de asistentes, cuartos oficiales y hasta magos del VAR (Guillermo Pacheco y Lizzet García) para garantizar que cada error humano sea respaldado por tecnología de punta.

Mientras tanto, en América, las Águilas lloran su 1-0 en el marcador como si fuera una tragedia griega, olvidando que en este circo moderno, cualquier resultado es posible… siempre y cuando los hombres de negro (y sus pantallas mágicas) lo permitan. Cruz Azul, por su parte, reza para que el VAR no descubra algún pecado capital cometido en el área.

Al otro lado del país, en el Nemesio Diez, otro iluminado, el autodenominado “Curro” Hernández, se prepara para dirigir el duelo entre Toluca y Tigres con la misma solemnidad que un juez medieval. Su equipo de asistentes (incluyendo a Katia Itzel García, cuarta árbitro, porque la inclusión vende) y los técnicos del VAR (Erick Miranda y Christian Espinosa) asegurarán que cada decisión sea tan controvertida como un debate político. Los Diablos Rojos y los Felinos, empatados 1-1, no pelean por un pase a la final, sino por sobrevivir al capricho de quienes llevan el silbato.

Así, entre pitidos inexplicables y repeticiones interminables, el fútbol mexicano demuestra una vez más que el verdadero espectáculo no está en el césped, sino en el reality show arbitral que lo acompaña. ¿Quién necesita guiones cuando tienes un VAR?