Los Diablos Rojos devoran rivales en su marcha hacia el bicampeonato

En un giro que nadie vio venir (excepto todos), los Diablos Rojos, esa maquinaria imparable de victorias y patrocinios, han reducido a cenizas a los Leones de Yucatán con la delicadeza de un bulldozer en una tienda de cristalería. Ahora, en su insaciable sed de gloria, ponen la mira en los Pericos de Puebla, cuyo mayor logro esta temporada fue convertirse en el “mejor perdedor” de la zona, un título tan reconfortante como ser el pasajero más elegante del Titanic.

La Pandilla Escarlata, que descansa entre victorias con la tranquilidad de un depredador digestiendo su presa, enfrentará a estos plumíferos cuyo manager probablemente revisa el diccionario para confirmar que “underdog” no significa literalmente “perro bajo”. Mientras tanto, el estadio Alfredo Harp Helú se prepara para lo que promete ser: dos días de aplastante superioridad seguidos de un pintoresco viaje a Puebla, donde los locales intentarán demostrar que no son solo un decorado pintoresco en el camino al bicampeonato capitalino.

El calendario, ese documento que asume que los Pericos podrían forzar un quinto juego, incluye incluso fechas para un sexto y séptimo encuentro, una fantasía tan probable como que el Congreso mexicano apruebe una ley sin moches de por medio. Eso sí: si por milagro los emplumados logran extender la serie, los Diablos siempre podrán consolarse con su verdadero trofeo: haber convertido la LMB en su liga personal de farm teams, donde los rivales existen principalmente para hacerles compañía.