Pato O’Ward remonta 11 posiciones y afianza su lugar en la IndyCar

En un espectáculo que combinó el ballet con el demolition derby, el regiomontano Pato O’Ward protagonizó una hazaña digna de un guion de Hollywood: escalar 11 posiciones en una pista donde los pilotos parecían más interesados en chocar que en competir. Así, entre banderas amarillas y restos de autos esparcidos como confeti, el mexicano logró terminar séptimo, demostrando que en la IndyCar el verdadero deporte extremo no es la velocidad, sino esquivar a los rivales.

Mientras Kyle Kirkwood —el ganador— celebraba su segundo triunfo del año (y su habilidad para ignorar un alerón destrozado), el español Álex Palou rompía su racha de podios de la manera más épica posible: estrellándose contra una montaña de neumáticos. Irónicamente, sigue liderando el campeonato, porque en este cirso sobre ruedas, incluso los accidentes parecen premiarse con puntos.

Santino Ferrucci y Colton Herta completaron el podio, aunque nadie recordará sus nombres. La verdadera estrella fue Detroit, cuyas calles se convirtieron en un campo de batalla donde los pilotos jugaban a los bumper cars. O’Ward, con la serenidad de un samurái y la paciencia de un taxista en hora pico, navegó el caos para consolidar su subliderato. ¿El secreto? Una estrategia de equipo brillante: “Esperar a que los demás se eliminen solos”.

Así concluyó otro capítulo de la IndyCar, donde la clasificación general parece escrita por un guionista borracho y los pilotos sobreviven más por suerte que por talento. Palou sigue al frente, Kirkwood acumula trofeos y O’Ward… bueno, al menos ya no tiene que explicar por qué salió del puesto 18. ¡Hasta la próxima carrera, donde seguramente las barreras de neumáticos tendrán más protagonismo que los neumáticos mismos!