El divino culto de las calabazas para Ozzy Osbourne
Han transcurrido más de sesenta días desde el tránsito terrenal del sumo sacerdote del heavy metal Ozzy Osbourne, y la industria del duelo comercial no descansa en su sagrada labor.
En un acto de profunda reinterpretación agrícola, los devotos de Sunnyfields Farm han erigido un santuario temporal compuesto por diez mil ofrendas vegetales que perpetúan la imagen del otrora vocalista de Black Sabbath. La ironía resulta sublime: el Príncipe de las Tinieblas inmortalizado en el más efímero de los soportes.
Esta pirámide ceremonial, que anualmente rinde pleitesía a distintas deidades pop, constituye el más perfecto ejemplo de capitalismo estacional. Desde Beetlejuice hasta la Reina Isabel II -convertida en oso Paddington-, ningún ícono escapa a su consagración cucurbitácea.
La democracia digital determinó que en 2025 el homenaje correspondía al mordedor de murciélagos, demostrando una vez más que en la era de las redes sociales hasta la inmortalidad artística se somete a votación popular.
La divina geometría de las calabazas
El retrato muestra a un Ozzy beatífico, sus emblemáticos lentes circulares y crucifijo flanqueados por tres murciélagos redimidos que ahora vuelan en paz junto a su verdugo. La sanación simbólica resulta conmovedora.
Este monumento perecedero forma parte del ritual Pumpkin Time, donde los fieles pueden recorrer un sendero iluminado hacia la iluminación consumista, participar en experiencias inmersivas y culminar el peregrinaje en la sagrada zona gastronómica.
La ubicación añade otra capa de poesía absurda: lejos de su Birmingham natal, el Príncipe de las Tinieblas recibe culto en los lindes del Parque Nacional New Forest, donde los árboles centenarios contemplan con perplejidad este ecumenismo hortofrutícola.
La economía de la salvación estacional
- La gracia terrenal tiene un precio exacto: 6.50 libras esterlinas
- El boleto redentor incluye acceso a seis capillas sensoriales
- Las calabazas de la salvación se cobran según dimensiones
- Las apariciones musicales completan el éxtasis colectivo
El culto ozzyano permanecerá vigente hasta el 31 de octubre, cuando las calabazas inicien su inevitable descomposición gloriosa, metáfora perfecta de la fama en la era contemporánea. Mientras tanto, los devotos pueden capturar su selfie trascendental frente al santo vegetal, asegurándose un lugar en el paraíso digital.
Así, en el sur de Inglaterra, se escribe el último capítulo de esta epopeya agrícola-cultural: un heavy metalero convertido en deidad otoñal, su legado eternizado en calabazas que, como toda gloria terrenal, pronto se pudrirán.