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El Ejército libera a tres víctimas y desmantela un arsenal en Culiacán

Las fuerzas armadas desarticulan una célula criminal tras una llamada misteriosa que reveló un secuestro.

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En un giro digno de una telenovela narca, el Ejército Mexicano, esos héroes de opereta con botas bien lustradas, lograron rescatar a tres almas perdidas en el paraíso turístico de Culiacán. Las víctimas, que habían sido privadas de su libertad (como si en Sinaloa eso fuera noticia), fueron halladas tras una denuncia anónima, ese recurso mágico que sustituye a un sistema de inteligencia funcional.

La llamada, entrante al 089 —esa línea que todos memorizan más que el himno nacional—, activó el protocolo: cuatro civiles armados hasta los dientes, tres vehículos (dos robados, porque la originalidad no es su fuerte), y un arsenal que haría sonrojar a un pequeño país. Rifles automáticos, cargadores y municiones suficientes para armar una revolución en miniatura. Todo ello, convenientemente asegurado antes de que alguien preguntara: “¿Y de dónde salió todo esto?”

La Secretaría de Seguridad Pública, en un comunicado que mezcla el tono de manual de civismo con el de anuncio de lavandería, instó a la ciudadanía a delatar anónimamente a cualquiera que “porte armas o actúe sospechosamente”. Porque, claro, en la tierra del narco, lo sospechoso es quien no lleva un rifle al supermercado.

Los detenidos, ahora en manos del ministerio público (donde seguramente recibirán un trato justo y expedito, entre risas), son solo otro eslabón en la cadena infinita de este circo. Mientras, el Estado repite el mantra de siempre: “Denuncien, ciudadanos, que nosotros… haremos lo que podamos. O no.”

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