El Gran Teatro de la Seguridad Reactiva
En un giro magistral de previsión extraordinaria, el gobierno federal ha decidido que quizás, solo quizás, transportar combustible volátil en vehículos que parecen relicarios de la Revolución Industrial requiere algún tipo de supervisión. La presidenta Claudia Sheinbaum, en un arrebato de clarividencia post-mortem, anunció que las nuevas reglas de seguridad podrían estar listas la próxima semana, justo a tiempo para prevenir la catástrofe que ya ocurrió.
Las Secretarías de Energía e Infraestructura, esas dos célebres agencias de procrastinación estratégica, han sido convocadas urgentemente para descubrir el radical concepto de que los camiones explosivos deberían quizás… no explotar. Su misión: fortalecer la regulación en un sector donde la autorregulación ha demostrado ser tan efectiva como un paraguas de papel en huracán.
Mientras tanto, en el laboratorio de peritajes, los expertos forenses se enfrentan al complejo enigma de determinar si una pipa convertida en meteoro humano podría tener relación con negligencia empresarial. La Fiscalía General de Justicia investiga minuciosamente si explotar espontáneamente es parte de las especificaciones técnicas de estos vehículos.
Este monumental esfuerzo burocrático nos recuerda la eterna doctrina gubernamental: las regulaciones de seguridad son como los parches de software, siempre se instalan después del hackeo. El transporte de gas LP seguirá su camino alegre por nuestras calles, ahora con la promesa de que la próxima explosión será, sin duda, completamente regulada.