El milagro del Tlaloque Reforzado y otras fábulas hidráulicas

En un acto de magia burocrática que haría palidecer a los alquimistas medievales, la Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua) presentó su nuevo “Tlaloque Reforzado”, un operativo tan revolucionario como el nombre sugiere: reparar fugas sin ensuciarse las manos. ¿Cómo? Con tecnología ultravioleta, porque nada dice “solucionar problemas ancestrales” como una lámpara de manicura gigante.

El método, según explican los sumos sacerdotes de la infraestructura, consiste en introducir una manga mágica (pre-impregnada de resina de promesas políticas) que, cual serpiente digestiva, se adapta a las entrañas de los tubos decrépitos para darles 50 años más de vida útil. Es decir, justo el tiempo que falta para que el siguiente gobierno declare obsoleta la solución.

“Revertiremos el envejecimiento masivamente“, proclamó el titular de Segiagua, José Mario Esparza, mientras un video demostrativo mostraba tuberías rejuveneciendo como si fueran influencers con filtros. Eso sí, omitieron mencionar que el equipo cuesta 30 millones de pesos (aproximadamente lo que gastan tres alcaldías en café para reuniones). Pero ¡alegría! Según sus cálculos, con kilómetro y medio de reparaciones ya se amortiza la inversión. ¿Y el resto de los 18.5 km anuales? Detalles técnicos.

Lo más hilarante es la lógica: “No hay que abrir zanjas“, repiten como mantra. Claro, para qué cavar si puedes inyectar esperanza directamente al sistema. Así, cuando falle —porque siempre falla—, al menos no habrá cráteres en las calles que delaten el fracaso. Eso es progreso: problemas invisibles, soluciones intangibles y facturas estratosféricas.

Mientras tanto, en la CDMX, los ciudadanos siguen nadando en charcos de ironía: ¿Será este el mismo equipo que usaron para rehabilitar la transparencia en la secretaría? Porque esa tubería, definitivamente, sigue rota.