La burocracia celebra su eficiencia ante el diluvio ciudadano
El Gran Teatro de la Gestión Pública anunció hoy con orgullo burocrático la cosecha de 37 ciudadanos transformados en estadística gracias a las precipitaciones celestiales que azotaron el centro y golfo de nuestra república bananera.
En un alarde de precisión macabra, los burócratas de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana desglosaron el botín mortal: 22 almas en Hidalgo, nueve en Puebla, cinco en Veracruz y una en Querétaro, porque hasta en las tragedias debe haber proporcionalidad geográfica.
“Las autoridades locales y federales mantienen comunicación permanente con sus familias para brindarles el consuelo protocolario“, aseguró el oráculo gubernamental, mientras las viudas siguen esperando que la comunicación permanente se materialice en algo más sustancioso que un parte de prensa.
El organismo anunció con pompa que se refuerzan las labores de atención en 117 municipios de cinco estados, donde la ciudadanía descubre que habitar en el siglo XXI no incluye garantías contra morir ahogado en su propia sala.
En un ejercicio de onanismo institucional, se explicó que las acciones de respuesta se desarrollan bajo un esquema integral de coordinación entre los tres órdenes de gobierno, mediante la aplicación de los Planes DN-III-E y Plan Marina, nombres que suenan impresionantes hasta que uno necesita ser rescatado de su tejado.
La Coordinación Nacional de Protección Civil enumeró con devoción las siglas participantes: Ejército, Marina, Guardia Nacional, SICT, CNPC, Conagua y CFE, porque lo que falta en eficiencia sobra en acrónimos. Todos colaboran armoniosamente en las zonas dañadas, demostrando que cuando se trata de generar informes, somos potencia mundial.
Las cifras cantan su melodía trágica: 16 mil viviendas dañadas en Veracruz, 42 comunidades aisladas, 25 vías de comunicación destruidas y 51 derrumbes. Pero lo importante es que tenemos Puesto de Comando en el Ayuntamiento de Poza Rica, donde los funcionarios coordinan interinstitucionalmente cómo explicar que esto era impredecible.
El inventario del desastre
Hidalgo presenta su ofrenda: 13 municipios afectados, mil 200 viviendas dañadas, 308 escuelas destruidas, 59 centros de salud inutilizados, 150 comunidades incomunicadas y 190 derrumbes. La CFE reporta 65,443 usuarios sin electricidad, con un “avance del 49.47%” en la restitución, porque la precisión decimal calma la desesperación.
San Luis Potosí aporta su cuota: cinco municipios devastados, mil viviendas afectadas, 25 derrumbes y “mil personas evacuadas preventivamente”, eufemismo elegante para decir “corrieron por sus vidas mientras el gobierno tomaba nota”.
Querétaro, siempre modesto: siete municipios afectados, 147 viviendas dañadas y 16 deslizamientos. Lo reconfortante es que el servicio eléctrico se restablece en un 97.23%, porque lo prioritario es que las ruinas estén bien iluminadas.
Puebla cierra el desfile con 37 municipios afectados y 16 mil viviendas dañadas, “cifra que continúa en proceso de verificación”, frase burocrática que significa “el conteo final será aún más aterrador”.
Mientras tanto, en los 19 refugios temporales, 654 personas reciben atención, alimentación y resguardo, aprendiendo que la solidaridad nacional se mide en colchonetas y sopa instantánea. El resto, los 37 que ya no protestan, descansan en la estadística perfecta de un sistema que siempre llega tarde pero nunca sin su comunicado de prensa.