En un giro disruptivo que desafía los modelos tradicionales de negociación, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) está redefiniendo el concepto de diálogo social. Tras calificar los cinco ejes gubernamentales como “mera retórica sin sustancia”, los educadores están transformando su asamblea nacional en un laboratorio de innovación sindical.
¿Qué pasaría si en lugar de protestas tradicionales, los maestros implementaran “clases públicas” en las calles como forma de presión? La CNTE ya está escribiendo un nuevo manual de acción colectiva, demostrando que 15 días de huelga no son un fracaso, sino una estrategia calculada para forzar cambios estructurales.
Su demanda de abrogar la Ley del ISSSTE de 2007 no es solo nostalgia laboral: es un desafío visionario al sistema de seguridad social del siglo XXI. Al convocar a más docentes a la capital, están creando un ecosistema de resistencia educativa que podría reconfigurar el mapa del poder sindical en México.
Esta no es una simple negociación salarial; es una batalla por reimaginar completamente la relación entre Estado y educadores. Como dijo un líder del movimiento: “No mejoraremos la educación repitiendo fórmulas del pasado”. El mensaje es claro: exigen no solo mejores condiciones, sino un nuevo paradigma educativo.