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La democracia judicial o cómo elegir togados con boletas sospechosas

La justicia se viste de votos en un espectáculo burocrático digno de ópera cómica.

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Foto: Agencia Reforma.

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En un giro que hubiera dejado pálido al mismísimo Kafka, el Instituto Nacional Electoral culminó el circo de los cómputos distritales para elegir al próximo pontífice de la Suprema Corte, donde Hugo Aguilar emergió triunfante tras una batalla épica contra… ¡el aburrimiento ciudadano!

Tras cuatro días de escrutinio —tiempo suficiente para escribir una constitución o cocinar un buen mole—, las 300 juntas distritales recibieron 116.6 millones de votos, aunque algunos llegaron por error al OPLE de Veracruz (¿será que la justicia también necesita GPS?) y otros en Chiapas mostraban una caligrafía sospechosamente uniforme, como si los votantes hubieran asistido al mismo taller de escritura creativa.

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El mixteco que venció (a la lógica)

Hugo Aguilar, el nuevo mesías de la toga, arrasó con 6.1 millones de votos, seguido por Lenia Batres (5.8), Yasmín Esquivel (5.3) y Loretta Ortiz (5), en una carrera donde el mérito se midió en cifras redondas y no en sentencias ejemplares. Los perdedores, como María Estela Ríos (4.7) o Giovanni Figueroa (3.6), deberán conformarse con ser villanos de segunda en esta telenovela judicial.

La participación ciudadana fue de un rotundo 13%, demostrando que los mexicanos prefieren elegir al ganador de La Casa de los Famosos que al custodio de su Constitución. El INE, fiel a su tradición, declaró el proceso “dentro de lo estimado”, porque en este país hasta la apatía tiene metas que cumplir.

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