La deuda nacional amenaza el futuro económico de México
En un giro tragicómico que Jonathan Swift hubiera admirado, el erario federal mexicano se encuentra en una danza macabra con las agencias calificadoras. La monumental deuda gubernamental –un ente distinto al fantasma multidimensional del Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP), porque en el reino de la contabilidad creativa cada espejismo tiene su nombre– amenaza con convertir el perfil crediticio de la nación en una comedia de equivocaciones.
Los augures de Moody’s Ratings, modernos sacerdotes del capital, han descendido del Olimpo financiero para anunciar que, si excluimos a la sacramente ineficiente Pemex (ese elefante blanco que todos pretenden no ver), la deuda del Gobierno alcanzará el místico 50 por ciento del Producto Interno Bruto para el año 2027. ¡Cifras que harían sonrojar a un emperador romano!
“¿Cuál es el riesgo para México?”, se pregunta Renzo Merino, vicepresidente y sumo pontífice del riesgo soberano en Moody’s, con la solemnidad de quien anuncia una plaga bíblica. “Estamos hablando de una carga deudora que oscila entre el 45 y 50 por ciento –repito, sin contar el agujero negro petrolero–”.
El escenario base de estos profetas es sencillamente orwelliano: la carga de la deuda se aproxima al 50 por ciento del PIB para 2027-2028, siempre y cuando los dioses de la consolidación fiscal decidan sonreír al país. Mientras tanto, en el mundo real, la deuda neta del Gobierno federal ya escaló al 44.4 por ciento del PIB en julio, según los escribas de la Secretaría de Hacienda.
Durante el foro “Inside LatAm: México 2025” –ese carnaval donde los técnicos disfrazan de certezas matemáticas lo que es pura superstición económica–, Merino reveló que el endeudamiento creció 5 puntos porcentuales solo el año pasado. Una hazaña burocrática que demuestra cómo se puede multiplicar la deuda más rápido que los panes y los peces.
Moody’s mantiene a México en Baa2, el penúltimo peldaño del grado de inversión, lo que equivale a estar en el asiento del copiloto cuando el conductor bebe tequila. Estamos a solo dos tropiezos de que la nación sea degradada al club de los parias financieros.
“El problema –aclara Merino con la delicadeza de un cirujano forense– es que mantener esta deuda es extremadamente costoso”. El gobierno federal destina alrededor del 17 por ciento de sus ingresos exclusivamente al pago de intereses, un tributo moderno a los nuevos señores feudales de la finanza internacional. Esto significa menos recursos para infraestructura, educación, salud y otros lujos superfluos como tener hospitales que no se derrumben.
El analista exhortó a enfrentar los problemas estructurales de las cuentas fiscales, ese eufemismo elegante para describir el incremento del gasto rígido gubernamental, el agujero negro de Pemex y las transferencias clientelares disfrazadas de gasto social. Un llamado a la cordura en medio de un carnaval de irresponsabilidad que bien podría inspirar una sátira memorable.