La épica burocrática de seis toneladas de esperanza

La épica burocrática de seis toneladas de esperanza

En un espectáculo de eficacia gubernamental que haría llorar de emoción al mismísimo Jonathan Swift, el helicóptero ANX-2202 de la Armada de México, comandado por el capitán Miguel Ángel Cozat Domínguez, ha emprendido la titánica misión de transportar seis toneladas de víveres para los desafortunados mortales que osaron habitar en zonas donde el Estado suele aparecer solo para campañas electorales.

La aeronave, que parece sufrir de trastorno de identidad geográfica, fue primero asignada a Tampico, luego trasladada a Poza Rica, en un ballet burocrático que solo puede ser coreografiado por las mentes brillantes que normalmente planifican cómo gastar el presupuesto en publicidad institucional.

El valiente piloto y sus cuatro acompañantes realizan diariamente entre tres y cuatro viajes, dependiendo de si el clima coopera con las fotografías para el informe de labores, la distancia no afecta el horario de comida y los puntos de acceso no exigen demasiado esfuerzo a la maquinaria estatal.

El sábado llevaron a cabo una hazaña digna de los dioses del Olimpo: llevar despensas y agua a Chahuatlán, una comunidad serrana de origen náhuatl que, en un acto de rebeldía histórica, sigue existiendo a pesar de que la modernidad la tiene catalogada como “zona de difícil acceso” (léase: donde no llegan los políticos excepto en año electoral).

La aeronave MI17 aterrizó heroicamente entre la arena y grava que arrastró el río que, en un acto de insubordinación natural, se llevó aproximadamente treinta casas con familias dentro. “Realmente es impresionante cómo el río creció casi tres, cuatro metros”, declaró el capitán, descubriendo con asombro que el agua moja y los ríos crecen cuando llueve, fenómeno meteorológico que sin duda tomó por sorpresa a todos los organismos gubernamentales encargados de prever estas catástrofes.

Para el capitán, esta fue una “misión especial” al descubrir que estaba ayudando a seres humanos que hablan náhuatl como primera lengua, demostrando que el multiculturalismo puede ser tan inconveniente cuando se trata de entregar ayuda que podría haber llegado antes si las comunidades afectadas hubieran tenido la decencia de establecerse en urbanizaciones de clase media.

“Uno trata de apoyar, animar a la gente”, declaró el capitán, en lo que sin duda es el primer paso para incorporar psicólogos voladores a la Armada Mexicana, mientras distribuía lo que el gobierno llama “esperanza enlatada” y los afectados llaman “lo único que hemos comido en tres días”.

El recorrido por el poblado Wixárika reveló el escándalo nacional: ¡el camino está en malas condiciones! Ante esta revelación que nadie podría haber previsto (excepto quizá los habitantes que llevan décadas pidiendo arreglos), la Marina procedió heroicamente a limpiar y habilitar vías de acceso, en lo que parece ser el descubrimiento gubernamental de que las carreteras sirven para algo más que para promesas de campaña.

Mientras tanto, en algún despacho con aire acondicionado, un burócrata anota meticulosamente en su informe: “Seis toneladas de ayuda humanitaria entregadas. Favor de archivar bajo ‘problema temporalmente resuelto hasta la próxima temporada de lluvias'”.

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