La lipoescultura mortal que convirtió un sueño estético en tragedia

En un giro tragicómico del capitalismo de la belleza, Jaqueline Yamileth, de 25 años, se convirtió en mártir involuntaria del altar de la vanidad. Sus seres queridos la despidieron entre lágrimas y preguntas sin respuesta, mientras el Edificio Médico de Especialistas —nombre irónico donde los haya— sigue en pie como monumento a la impericia.

La autopsia reveló que los órganos perforados (pulmón e hígado) fueron obra de manos que, presumiblemente, confundieron el bisturí con un punzón medieval. Mientras la fiscalía jugaba a los detectives en la clínica, la víctima ya descansaba bajo tierra, gracias a los servicios de la Financiera Toque Divino, institución que, con su nombre celestial, parece más bien una parodia de las tandas predatorias que financian sueños convertidos en pesadillas.

El Hospital Universitario, último escenario de este drama, no pudo hacer milagros. Tampoco lo hizo la Funeraria Latinoamericana, cuyos clientes —como Jaqueline— nunca leen las reseñas. Entre vendidos automóviles y números de cliente (973, para la historia), esta tragedia resume la ecuación perfecta: belleza + deuda = riesgo mortal.

Mientras, los cirujanos involucrados probablemente repasan su manual de anatomía… o buscan nuevos candidatos para su próxima ruleta estética. La sociedad, por su parte, sigue creyendo que el bisturí es varita mágica.