La UV en la encrucijada entre la norma y la ambición política

¿Qué ocurre cuando las reglas del juego académico se flexibilizan para beneficiar intereses particulares? Los exrectores de la Universidad Veracruzana (UV) han lanzado un llamado urgente: la Junta de Gobierno debe actuar como garante de la ley, no como cómplice de su erosión. Este no es un debate sobre un simple formulario; es la batalla por el alma de una institución.

“La autonomía no es un privilegio, es un pacto social”, subrayan Víctor Arredondo, Raúl Arias Lovillo y Sara Ladrón de Guevara. Su advertencia resuena como un eco de las revoluciones estudiantiles del siglo XX: cada desviación normativa, por pequeña que parezca, es un paso hacia la banalización del compromiso ético que sostiene a las universidades públicas.

El meollo del conflicto revela una paradoja moderna: el actual rector Martín Aguilar, en lugar de preparar su legado, parece empeñado en reescribir las reglas. La polémica gira en torno al límite de edad –65 años– que él mismo supera. ¿Es esto discriminación o simplemente el sistema inmunológico institucional evitando que el poder se eternice?

La carta abierta de los exrectores no es mera nostalgia burocrática. Es un manifiesto que conecta puntos críticos: desde la estabilidad institucional hasta el futuro de 70,000 estudiantes. Plantean una ecuación revolucionaria: transparencia + apego a derecho = legitimidad. ¿Podría esta crisis convertirse en el parteaguas para reinventar la gobernanza universitaria?

El verdadero escándalo no es la edad del rector, sino la tentación de tratar los mandatos legales como sugerencias negociables. Como en el ajedrez, mover piezas fuera de turno invalida todo el juego. Los exrectores lo dejan claro: “Interpretar la normativa no es atribución de la Junta”. ¿Será esta la chispa que impulse un nuevo contrato social universitario?

En una era donde las instituciones educativas compiten con fake news y desconfianza ciudadana, la UV enfrenta su prueba ácida. La solución podría estar en mirar hacia modelos disruptivos: ¿y si en lugar de debates sobre edad, implementaran sistemas de rendición de cuentas en tiempo real con blockchain? La innovación institucional, no la adaptación de reglas, podría ser el verdadero camino hacia la credibilidad.

Este conflicto trasciende a Veracruz. Es un espejo de las tensiones globales entre tradición y adaptación, entre normas y pragmatismo. La pregunta final es contundente: ¿Están las universidades mexicanas preparadas para liderar con ejemplo, o seguirán replicando los vicios del sistema político que critican?