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Piñatas del ICE, la resistencia festiva que golpea más que un garrote

Una dulce venganza en papel maché: cómo una tienda convirtió el miedo en arte callejero.

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Piñatas de agentes del ICE, difundidas en redes sociales.

Ahí está, inmóvil como un dogma: chaleco antibalas, gafas de espejo y una gorra que parece tallada en carbón. Tres letras grabadas en el pecho, el santo grial de la xenofobia moderna: ICE. Pero no, no es un operativo. Es una piñata. Y en Dulcelandia, ese templo del azúcar en Little Village, los niños aprenden temprano que a los monstruos se les vence a palos… con los ojos bien abiertos.

Lo que comenzó como un negocio de caramelos se ha convertido en el taller de resistencia más ingenioso desde que alguien decidió que los tacos debían ser “auténticos”. Las piñatas —esa invención prehispánica que China reclama y España adora— ahora sirven para descargar la frustración contra la maquinaria migratoria. Ironías de la vida: el mismo papel que usaban los misioneros para evangelizar hoy sirve para canonizar la indignación.

Las redes sociales estallan con vídeos de ciudadanos golpeando a estos muñecos de la discordia al ritmo de un “¡Dale, dale, dale!”, como si cada garrotazo limpiara el alma. Los puristas dirán que esto trivializa el drama migratorio. ¡Por supuesto que lo hace! ¿Acaso no es la burocracia del ICE la que convierte seres humanos en estadísticas? Al menos aquí, el drama viene con confeti.

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No es nuevo, claro. Trump ya fue piñata antes de ser imputado. Pero hay una diferencia: mientras el expresidente era una caricatura voluntaria, los agentes del ICE son la versión edulcorada de una pesadilla real. Y en Chicago, donde el viento corta más que las políticas fronterizas, cada golpe a la piñata es un acto de terapia comunitaria.

Los críticos gruñen: “¡Esto incita al odio!”. Como si las redadas fueran abrazos. La periodista Gabriela Warkentin lo resumió mejor: México lleva años siendo la piñata de Trump. Ahora, la comunidad devuelve el golpe —literalmente— con arte callejero y una dosis de humor ácido. ¿Que si es político? Más que un discurso de cuatro horas. ¿Que si es efectivo? Pregúntenle al niño que rompe la piñata pensando que derrota al mal… mientras sus padres esquivan el mal de verdad.

Mientras tanto, en su trono de tuits fallidos, el magnate dorado exige la “mayor deportación de la historia”. Chicago, Nueva York y Los Ángeles están en la mira. Pero en Little Village, la respuesta ya está colgada en la vitrina: un ejército de papel maché esperando su turno bajo el martillo. Porque si la política es el arte de lo posible, la resistencia es el arte de lo imaginable.

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