Profepa rescata 43 aves exóticas en un departamento de la Condesa

En un episodio que demuestra que la Condesa no solo alberga cafés hipsters y perros con nombres de filósofos, la Profepa descubrió un arca de Noé clandestina en un modesto departamento. Allí, 43 aves silvestres —algunas tan exóticas que hasta el loro de Moctezuma las miraría con envidia— vivían como mascotas, sin más documentación que el canto de un canario de dudosa procedencia.

Tras una denuncia ciudadana (probablemente de un vecino cansado del concierto matutino de trinos), los inspectores irrumpieron en el lugar. No encontraron permisos, ni registros, ni siquiera un manual de “Cómo cuidar aves sin que la ley te atrape”. Las aves, por su parte, parecían más organizadas que el propio gobierno: 16 aves primavera, ocho cuitlacoches, dos cardenales rojos (que no votan, pero al menos son rojos) y un colorín ventridorado (nombre que suena a Pokémon prohibido).

Lo más absurdo: el aseguramiento temporal significa que las aves siguen en el mismo lugar, como si decomisar una colección de drogas y dejarlas en la mesa del narco. El dueño tiene hasta el 12 de julio para presentar papeles, tiempo suficiente para falsificarlos o, en el peor de los casos, enseñar a las aves a cantar el himno nacional y alegar patrimonio cultural.

Mientras tanto, la Profepa asegura que los ejemplares están en buen estado, aunque seguramente extrañan su hábitat natural: la selva, no un departamento con renta de 30 mil pesos al mes. Si el dueño no regulariza su situación, las aves serán trasladadas a una UMA o PIMVS, siglas que suenan a programa de televisión educativo, pero que en realidad son centros donde, al menos, no tendrán que convivir con ruidosos roommates humanos.

Moraleja: en la Ciudad de México, puedes vivir en un zoológico ilegal, pero si no pagas el predial, ahí sí te caerá todo el peso de la ley.