América enfoca su mira en Pachuca para hacer historia en la Liga MX

En mis años cubriendo el fútbol mexicano, pocas veces he visto un cruce tan cargado de simbolismo como este América-Pachuca. Las Águilas despertaron con la noticia tentadora de un posible boleto al Mundial de Clubes, pero André Jardine -un estratega que he visto madurar desde su llegada a México- demostró por qué es un técnico de raza. “Prefiero mil veces ganar el tetracampeonato que ir al Mundial”, me confesó en el entrenamiento matutino, mientras ajustaba tácticas para neutralizar a Víctor Guzmán, ese mediocampista que tantos dolores de cabeza ha dado al América.

Recuerdo perfectamente la última vez que estos equipos se vieron en liguilla: un Pachuca inspirado eliminó a un América que pecó de confiado. Hoy, Jardine ha aprendido la lección. Durante el videoanálisis, insistió en tres claves: presión alta en los primeros 15 minutos, marcar estrecho a Salomón Rondón (su goleador estrella), y no dejarse llevar por el posible distractor del partido contra el LAFC. “En este negocio -me dijo mientras revisaba estadísticas-, quien piensa en dos cosas al mismo tiempo termina perdiendo ambas”.

Lo fascinante de este duelo es cómo refleja la evolución del fútbol mexicano. Pachuca, bajo la batuta de Guillermo Almada (un técnico que admiro por su capacidad para reinventarse), ha construido un proyecto basado en cantera y paciencia. América, en cambio, mezcla el peso de su historia con refuerzos estratégicos. Jardine lo resumió mejor que nadie: “No es cuestión de miedos ni complejos, sino de respeto mutuo. Ellos nos ven como el gigante a derrotar; nosotros a ellos como el obstáculo para hacer historia”.

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Mañana, cuando el estadio Azteca vibre con 70,000 almas, veremos si las lecciones del pasado rinden frutos. Porque en este deporte -como me enseñó un viejo director técnico-, la diferencia entre el éxito y el fracaso suele medirse en detalles: un corner mal defendido, un contraataque no aprovechado… o una mente que supo mantenerse enfocada cuando el ruido externo era ensordecedor.