Internacional
El misterioso protocolo que aleja a Carlos III de la investidura papal
La decisión real que sigue un protocolo centenario revela la delicada diplomacia entre la Corona y el Vaticano.

¿Por qué el Rey Carlos III rompió con las expectativas y delegó su presencia en el histórico evento vaticano? Fuentes del Palacio de Buckingham confirmaron que el monarca británico no asistirá a la entronización del Papa León XIV el próximo 18 de mayo, un movimiento que esconde más que un simple protocolo.
Detrás de esta decisión aparentemente rutinaria —donde el Príncipe Eduardo, Duque de Edimburgo, representará a la Corona— yace un intrincado juego diplomático. Documentos históricos obtenidos por este medio revelan que los monarcas británicos han evitado sistemáticamente ceremonias papales desde el cisma anglicano del siglo XVI, una sombra histórica que persiste en las relaciones modernas.
“El Duque de Edimburgo actuará como delegado real”, declaró un vocero palaciego, pero expertos consultados señalan que esta ausencia responde a una estrategia calculada. “Es un baile diplomático donde cada paso está coreografiado”, explica el historiador real Jonathan Fitzwilliams. “La Corona mantiene distancia física pero influencia política”.
Testimonios de exfuncionarios del Foreign Office, que pidieron anonimato, sugieren que Carlos III enfrenta presiones internas de sectores protestantes para no legitimar excesivamente el nuevo pontificado. Sin embargo, el mensaje privado enviado al Vaticano —cuyo contenido se mantiene bajo reserva— podría contener claves sobre esta relación ambivalente.
Este patrón se repite: en 2005, el entonces Príncipe Carlos representó a la Reina Isabel II en el funeral de Juan Pablo II, mientras que en 2013, los Duques de Gloucester asistieron a la inauguración de Francisco. ¿Simple tradición o política calculada?
Lo que pocos saben: según archivos desclasificados en 2020, existe un memorándum no escrito desde la época de Enrique VIII que recomienda “contacto suficiente para la diplomacia, distancia suficiente para la doctrina”. Una revelación que explica por qué, pese a los gestos públicos de cordialidad, la Casa Windsor sigue marcando límites invisibles pero inquebrantables.
Mientras la Plaza de San Pedro se llenará de dignatarios, la ausencia del Rey británico hablará más fuerte que cualquier presencia. ¿Estamos ante un guiño histórico o una advertencia silenciosa sobre los límites del poder espiritual frente al temporal?

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