Un socavón atrapa una pipa de agua en la Calzada Ignacio Zaragoza

¿Qué pasaría si las calles que transitamos diariamente fueran tan frágiles como un espejismo? Un socavón de proporciones alarmantes devoró parte de los carriles centrales de la Calzada Ignacio Zaragoza en Iztapalapa, atrapando a una pipa de agua como si fuera un insecto en ámbar. Este incidente no es solo un bache, es una metáfora de cómo la infraestructura urbana se resquebraja ante la presión del tiempo y el descuido.

El vehículo, cargado con 10 mil litros de agua —suficiente para abastecer a decenas de familias— quedó varado en un abrazo de asfalto colapsado. Irónicamente, el líquido que transportaba para sostener la ciudad se volvió inalcanzable. El conductor salió ileso, pero la vialidad no corrió con la misma suerte: dos de tres carriles colapsaron, generando un caos que se extendió como ondas en un estanque.

Mientras las autoridades colocaban vallas metálicas alrededor del cráter urbano, uno no puede evitar preguntarse: ¿y si en lugar de parches temporales, transformáramos estos puntos críticos en oportunidades? Imagina socavones convertidos en jardines de lluvia que recarguen acuíferos, o sistemas de sensores que alerten antes de que el suelo ceda. La innovación nace cuando dejamos de ver problemas y empezamos a ver prototipos.

Este incidente es un llamado de atención. No es solo una pipa atascada: es una advertencia sobre cómo construimos (o destruimos) las arterias de nuestra ciudad. La próxima vez que pisemos el acelerador, quizá debamos preguntarnos: ¿qué hay bajo nuestras ruedas?