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La Apoteosis Absurda del Trap en el Templo del Consumo

Un análisis mordaz devela el circo moderno tras el ídolo urbano y la devoción de sus acólitos.

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El Mesías del Reguetón y su Santo Grial Electrónico

El sumo sacerdote en su altar, irradiando la sagrada luminiscencia del LED.

En el sagrado recinto del Payne Arena, en las polvorientas llanuras de Hidalgo, Texas, se erigió el pasado diecisiete de agosto el nuevo Vaticano de la cultura moderna. Allí, el oráculo Emmanuel Gazmey Santiago, conocido por sus feligreses como Anuel AA, ofició la misa trapera con su gira evangelizadora “Real Hasta la Muerte 2 Tour“.

Este bardo boricua, autoproclamado profeta de los ritmos urbanos, ha escalado el Olimpo del éxito no con el rayo de Zeus, sino con el estruendo sordo de un 808 y letras que glorifican el hedonismo como nueva virtud cardinal. Su ascensión no es mérito, es síntoma.

El Santo Oficio de la Espera Purificadora

El ritual, programado para iniciar en el horario de los mortales, fue astutamente demorado tres horas. ¿Negligencia? ¡Jamás! Era el primer acto litúrgico: una prueba de fe. Los peregrinos, sumidos en un éxtasis de impaciencia, ululaban como posesos, sus silbidos una plegaria primitiva al dios del flow. La aparición del ídolo, bañado en luz estroboscópica, no fue un inicio de concierto, fue una epifanía. Y la multitud, convenientemente adoctrinada, olvidó toda queja y se sumergió en el bautismo del reguetón.

El Leccionario de los Nuevos Mandamientos

El sermón musical incluyó los salmos de la nueva era: “Lokita“, un canto a la enajenación voluntaria; “Little Demon“, una oda a la sublimación de los vicios; y “Medusa“, donde la mitología es saqueada para glorificar la frialdad emocional. Cada tema, una losa más en el mausoleo de la sustancia lyrical, fue coreado con fervor religioso por una feligresía compuesta, en su abrumadora mayoría, por las nuevas sacerdotisas del culto: juventud femenina en busca de un mesías con cadenas de oro.

El espectáculo visual, una orgía de pirotecnia y luminarias alienígenas, sirvió como perfecto opiáceo para los sentidos. ¿Para qué escuchar la profundidad de una letra cuando se puede deslumbrar con fuegos artificiales? La estrategia es tan vieja como el pan y circo romano, pero con beats digitales.

La Fusión Sagrada: Trap, Hip-Hop y la Absolución Pop

Ya no basta con un solo género. El sumo pontífice ha decretado la fusión. Trap, hip-hop, y un poco de pop sanitizado para los oídos más sensibles. Es la globalización hecha canción: todo vale con tal de conquistar todos los mercados. “Headshot“, “Una Palabra“, “Tú Me Enamoraste“… títulos que prometen una gama emocional que, irónicamente, se aplana bajo el mismo ritmo repetitivo y la glorificación de los mismos tópicos.

La ceremonia concluyó pasada la medianoche, entre la humareda de la pólvora y el sudor de la muchedumbre ebria de sonido y falta de sueño. Los acordes finales de “China” y “La Jeepeta” sellaron el pacto: la realidad queda abolida hasta la muerte, reemplazada por un paraíso artificial donde el único mandamiento es consumir, corear y olvidar.

Así, entre luces y humo, se construye y se venera el nuevo opio del pueblo. Y los grandes satíricos, desde sus tumbas, ríen con amarga resignación.

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