Un jubilado protagoniza el reality menos esperado en la mansión de Aniston

En un giro argumental que ni el más creativo productor de Netflix habría osado imaginar, un septuagenario decidió que su jubilación merecía un poco de emoción hollywoodense. ¿Su plan? Convertirse en el protagonista involuntario de “¿Quién quiere ser el intruso de Jennifer Aniston?”, un reality show improvisado en las lujosas calles de Bel-Air.

El aspirante a estrella, armado con lo que solo podemos suponer era un guion mal escrito y una dosis preocupante de audacia, eligió como escenario la mansión de 21 millones de dólares donde la ex “Friend” descansa entre sesiones de yoga y reuniones con sus abogados de divorcio. Su método de casting: estrellar su vehículo contra las puertas como si fuera un toro en una cacharrería de lujo.

El equipo de seguridad privada de Aniston, entrenado para repeler paparazzis y exmaridos por igual, reaccionó con la eficiencia de un set de filmación: el intruso fue reducido más rápido que las expectativas de una secuela de “Friends”. Las autoridades, mientras tanto, debaten si clasificar el incidente como “asalto a propiedad privada” o “pésimo intento de networking en la industria del espectáculo”.

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Lo más irónico del asunto: mientras los barrios exclusivos de Los Ángeles se blindan con cercas electrificadas y guardias armados, resulta que el mayor peligro viene de abuelitos con crisis existenciales y sed de fama. El detenido, ahora con dolor de espalda (¿síntoma de remordimiento o simple efecto secundario de perseguir el sueño americano a los 70?), podría convertirse en el nuevo símbolo de una generación dorada que claramente no sabe qué hacer con su tiempo libre.

Queda la pregunta del millón: ¿buscaba específicamente a Aniston o simplemente confundió su mansión con un centro de día para adultos rebeldes? El LAPD investiga, mientras Hollywood ya negocia los derechos para una comedia negra.

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