Estados Unidos y Australia Firman Pacto Estratégico de Minerales
En un movimiento que revela una reconfiguración profunda de las alianzas geoeconómicas globales, el presidente Donald Trump y el primer ministro australiano Anthony Albanese sellaron un acuerdo sobre minerales críticos en la Casa Blanca. ¿El objetivo declarado? Contrarrestar la creciente influencia de China, que acaba de imponer restricciones más estrictas a la exportación de imanes con componentes de tierras raras.
Las declaraciones oficiales hablan de un trato de 8.500 millones de dólares, negociado en secreto durante meses. “En aproximadamente un año, a partir de ahora, tendremos tantos minerales críticos y tierras raras que no sabrán qué hacer con ellos”, afirmó Trump. Pero, ¿es esta confianza tan rotunda como parece, o encubre una carrera contra el tiempo para evitar una asfixia estratégica?
Documentos y testimonios obtenidos apuntan a una estrategia deliberada. Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, fue más directo antes del encuentro: “Australia será realmente útil en el esfuerzo por… dejarla menos expuesta al tipo de extorsión de tierras raras que estamos viendo por parte de los chinos”. La palabra “extorsión” no fue elegida al azar; delinea la narrativa de una batalla por la autonomía tecnológica.
La investigación revela que la delegación australiana no llegó con las manos vacías. La acompañaban ministros clave de recursos, industria y ciencia, un indicio claro de que la oferta australiana incluye docenas de minerales esenciales para la fabricación de aviones de combate, vehículos eléctricos y dispositivos electrónicos. Australia posee una de las economías mineras más robustas del mundo, pero la pregunta persiste: ¿su capacidad de producción actual puede satisfacer la demanda urgente de Washington?
Expertos consultados, como Pini Althaus de USA Rare Earth, advierten que el camino está plagado de obstáculos. “Llevará años —o incluso décadas— desarrollar suficiente suministro de tierras raras fuera de China para reducir su dominio”, señala. Althaus, con casi un cuarto de siglo en el negocio, destaca una táctica china documentada: inundar el mercado con excedentes para hundir los precios y eliminar a la competencia. “Quitarle a China el poder para manipular los precios es un primer paso crucial”, insiste, subrayando la necesidad de cláusulas con precios mínimos en los contratos para blindar a las empresas occidentales.
Este acuerdo no es un hecho aislado. Se enmarca en una ofensiva diplomática más amplia, donde la administración estadounidense está utilizando a sus aliados como piezas clave en un tablero geopolítico. La conversación también se extendió al pacto de seguridad AUKUS, heredado de la era Biden. Trump afirmó que el acuerdo “avanza muy rápidamente, muy bien”, mientras el secretario de Marina, John Phelan, habló de “aclarar parte de la ambigüedad” del marco original. ¿Se trata de una evolución natural o de un reajuste táctico para alinearlo con los nuevos objetivos económicos?
La conclusión que emerge de esta investigación es clara: la firma en la Casa Blanca es solo la punta del iceberg. Representa el inicio de una campaña concertada para fracturar un monopolio que ha dado a Beijing una palanca de poder descomunal sobre la cadena de suministro global. La verdadera batalla, sin embargo, no se librará en los despachos, sino en las minas, las refinerías y los mercados internacionales, donde las tácticas de precios y la capacidad de producción decidirán el nuevo orden económico.