La farsa judicial donde todos votan pero nadie elige

En un acto de suprema ironía democrática, México celebró su primera “elección judicial”, un circo montado con la solemnidad de un reality show y la transparencia de un contrato de obra pública. Los ciudadanos, esos seres mitológicos que aparecen en los discursos pero nunca en las decisiones, fueron convocados a “elegir” entre 3,400 candidatos, como si seleccionar jueces fuese tan sencillo como escoger el sabor de un helado.

Los gobernadores, esos seres que normalmente evitan las cámaras más que los impuestos, desfilaron ante los medios con la urgencia de influencers en busca de likes. Alfredo Ramírez Bedolla votó temprano, quizá para asegurarse de que no lo vincularan con algún fallo judicial incómodo. Guadalupe Taddei, la presidenta del INE, necesitó anotaciones para recordar por quién votar, demostrando que hasta los árbitros electorales sufren de amnesia selectiva.

Julio Menchaca, gobernador de Hidalgo, declaró con optimismo revolucionario que “ya no habrá jueces que se escondan tras una sentencia”. Claro, ahora se esconderán tras un proceso electoral, que es mucho más presentable. Mientras tanto, en Guerrero, Félix Salgado Macedonio votó en una casilla vacía, un perfecto símbolo de la participación ciudadana en su estado.

El expresidente López Obrador emergió de su retiro en “La Chingada” (nombre apropiado para su legado judicial) para cumplir con el ritual democrático. Claudia Sheinbaum, por su parte, gritó “¡Viva la democracia!” con el puño en alto, en un gesto que mezclaba el entusiasmo revolucionario con el marketing político. Mientras tanto, los ministros de la Corte, esos mismos que suelen decidir en secreto, salieron a votar como si creyeran en el sistema que ellos mismos han torcido.

Al final, más que una elección, fue un acto de fe: creer que 3,400 candidatos compitiendo por favores políticos garantizarán justicia imparcial. La democracia, al parecer, también es un género de ficción.