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La huelga más efímera de la historia o cómo el 3.5% aplaca 15 años de deudas

Un acuerdo relámpago pone fin al paro docente, pero las demandas históricas siguen en el limbo.

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En un acto de eficiencia burocrática que dejaría sin aliento hasta al más optimista de los funcionarios, el SUTIEMS y el Gobierno capitalino resolvieron en medio día lo que 15 años de negligencia no habían podido: convertir demandas legítimas en migajas celebratorias. Los trabajadores, tras exigir un 30% de aumento, aceptaron un 3.5% con la misma resignación con que se recibe un paraguas roto en temporada de lluvias.

La toma simbólica de instalaciones —ese ritual donde los empleados juegan a ser revolucionarios mientras los directivos revisan sus agendas para el almuerzo— concluyó antes de que el café de la mañana perdiera su temperatura. El acuerdo, según fuentes cercanas al absurdo, se logró justo cuando ambos bandos coincidieron en que era más fácil firmar algo que admitir que el contrato colectivo tiene más agujeros que un queso gruyére.

Entre las promesas incumplidas que siguen flotando en el aire: vales de despensa impagos desde la época en que “Despacito” aún no era un tormento global, y plazas fantasma prometidas en algún PowerPoint olvidado. Lo más hilarante: el cálculo de pensiones sigue basándose en un sueldo base que parece sacado de una economía venezolana, mientras las asignaciones adicionales se esfuman como el compromiso gubernamental.

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Y así, entre aplausos por haber evitado otra huelga histórica (léase: que dure más de un turno de oficina), el IEMS reabre sus puertas, demostrando que en el teatro de la negociación laboral, todos son actores secundarios… excepto los alumnos, que siguen siendo el mobiliario invisible.

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